Un jardín de placeres terrenales, de Joyce Carol Oates (1967)

Un camión de la marca Ford con veintinueve jornaleros y sus hijos impacta contra un furgón local que transporta cerdos a Little Rock en una carretera comarcal. El narrador nos cuenta que no es el primer accidente que tienen. Vivir como temporeros viajando en función de las cosechas conlleva estos riesgos. Carleton, un padre de familia, busca entre sus compañeros a su esposa Pearl. Está embarazada y, en medio de ninguna parte, se pone de parto dando a luz a Clara, la heroína de esta historia.

Que Oates sitúe el nacimiento de Clara en un lugar indeterminado no es una casualidad. En Un jardín de placeres terrenales se nos contará su vida de principio a fin. Una vida marcada por el desarraigo, por la violencia y los maltratos de su padre, por la pérdida temprana de su madre. Tres hombres son los que dan nombre a las tres partes de esta obra (Carleton, Lowry y Swan), ya que los tres serán quienes marquen su existencia. Existe un cuarto, pero que no exista una parte con su nombre dice mucho sobre el papel que tiene este personaje en realidad.

A pesar de que no se diga de manera clara en ningún punto de la novela sabemos que estamos en la Gran Depresión de Estados Unidos. Son muchas las obras que cuentan esta etapa histórica (resulta inevitable pensar en Las uvas de la ira). En algunas se nos muestran pinceladas del entorno histórico. Aquí no. Oates da por sentado que comprendemos de lo que está hablando, pero es que si no lo supiésemos tampoco importaría. Ella no quiere contarnos la historia de quienes estaban arriba, sino de quienes estaban tan abajo que no lograban ver la superficie. Por ello, no encontraremos narraciones grandilocuentes ni grandes momentos épicos. Un buen ejemplo de ello es cuando uno de los personajes principales cuenta que ha estado en Europa, en Francia, en el frente. Lo cuenta de pasada, como quien relata que ha pasado el verano en Florida o que se ha comprado una furgoneta nueva este otoño. Pero las connotaciones que tiene ese suceso son lo suficientemente poderosas para que no haga falta que se contextualice ese suceso.

 

Clara es un personaje complejo que crecerá y madurará con el paso de las páginas. Una mujer solitaria que solo confía en sí misma. Pero lo bastante inteligente para saber cómo actuar para labrarse un futuro digno y alejarse de la miseria que la vio nacer. Tiene claro que no quiere morir desangrada dando a luz mientras unos hombres juegan a las cartas en la habitación de al lado, sin que a nadie le importa que viva o que muera como le sucede a su madre. Por eso, se aferrará a la oportunidad de tener una casa y una familia en cuanto tiene ocasión.

Creo que lo que hace tan especial al personaje de Clara es cierta ambigüedad en su forma de ser. Por un lado, es una persona madura desde muy temprana edad por la vida que le ha tocado llevar. Por el otro, conserva un halo de niñez del que no logra desprenderse. Oates riega la novela de situaciones en las que la adulta y la niña deben enfrentarse, y no siempre la adulta es la que coge las riendas de la situación. Existe un fragmento en el que se muestra con claridad esta dicotomía. Clara ha sido madre hace poco. Vive casi en soledad con el niño en una granja apartada, no tiene apenas contacto con el mundo. Un día descubre que el bebé no se encuentra bien, está demasiado caliente y no entiende qué le pasa. Y lo peor es que duda sobre qué hacer con él, a dónde llevarlo. No quiere que en el pueblo comprueben que no sabe cuidarlo, y busca el camino más fácil y que menos expuesta la deje.

Un jardín de placeres terrenales, como podéis sospechar, es una novela de personajes. Podría mentiros y deciros que refleja de manera fiel la forma de vida de la época, la miseria y la violencia social. Pero lo que hace con toda esa información es volcarla en sus protagonistas para hacerlos actuar y reaccionar al entorno hostil que les ha tocado vivir. Podríamos cambiar los lugares, los paisajes y el entorno y la novela bien podría transcurrir en cualquier punto del planeta en su peor momento histórico. Porque el hambre, la soledad y la búsqueda de identidad son demasiado universales.

 

Muchos hemos sido los que al empezar esta novela hemos sentido una admiración especial por Oates, ya que la escribió con tan solo 25 años. Sin embargo, al final de la obra podemos encontrar un postfacio en que la escritora confiesa que ha reescrito gran parte del libro 35 años después de su publicación. La historia de base es la misma, dice, pero sí que ha sido modificada la voz narrativa. También desgrana cuánto de su vida y sus antepasados hay en esta historia, algo que creo que cualquier lector curioso sueña siempre con averiguar. En cualquier caso, si esta obra es una experiencia lectora en sí misma se ve todavía más enriquecida con la información final que nos regala Oates. Ojalá más escritores se animasen a realizar este ejercicio para conocer más tanto del oficio como de la persona que hay detrás.

*Las fotografías que acompañan al texto son de Dorothea Lange, la fotógrafa que mejor ha sabido retratar la Gran Depresión norteamericana. 

 

Título: Un jardín de placeres terrenales.(A Garden of Earthly Delights)
Autora: Joyce Carol Oates.
Traductora: Cora Tiedra.
Editorial: Punto de Lectura. (2009).
Año de publicación: 1967
ISBN: 9788466322942.
Páginas: 608.