El país de las mujeres, de Charlotte Perkins Gilman (1915)

El país de las mujeres o Herland fue una historia publicada por entregas en 1915 en la revista Forerunner, y no fue hasta la década de los 70 que vio la luz como volumen independiente. Este particular debe ser tenido en cuenta al abordar la lectura de esta novela, ya que la composición de una obra total nunca reúne las mismas características que una serie de textos escritos para ser leídos semana tras semana— o mes tras mes —en una publicación periódica. El argumento de esta peculiar utopía consiste en la llegada de tres exploradores a un extraño y desconocido lugar que está habitado tan solo por mujeres. Por una especie de mutación, consiguen engendrar hijas por partenogénesis y no resulta imprescindible la existencia de hombres.

 

Obviamente, y debido a que esta sociedad se compone solo de mujeres, son atléticas, fuertes, utilizan ropajes que resultan cómodos y útiles para su trabajo y llevan el pelo corto. Esto es algo que horroriza a los tres exploradores, en especial a uno de ellos, ya que esa apariencia se aleja por completo de la feminidad. Pero, ¿en qué consiste la feminidad? Y sobre todo, ¿quién decide eso? Consideran que una mujer fuerte, segura de sí misma, autosuficiente y sin miedo ni sumisión no es femenina. Debe tener el pelo largo, vestir ropajes lujosos, bellos sombreros, ser obediente e indefensa, características impuestas y marcadas por el hombre.

 

Charlotte Perkins Gilman

 

La genialidad de la obra reside en las explicaciones que ambos grupos proporcionan al otro acerca de cómo se compone su comunidad y cómo funciona su mundo. En el país habitado solo por mujeres no hay clases sociales ni diferencias, son iguales, todas son compañeras. Por ello no hay recelos ni dudas, componen una comunidad pacífica en la que se nutren unas del conocimiento de las otras. Todas son igual de válidas, son madres y cuidadoras, y cada una se especializa más en una tarea o en otra en función de sus capacidades y talentos. Quizás a causa de ello, las preguntas incómodas que surgen cuando ellos tratan de explicarles que sus esposas se quedan en casa ocupándose del hogar y de los niños resultan tan brillantes. No comprenden por qué ellas no tienen un trabajo como el de ellos, por qué la responsabilidad maternal y paternal no es igual, por qué deben subordinarse o deben aceptar que se las mime y se las adore, cuando sería algo que no consentirían si les ocurriese a ellos.

 

Cuando Jeff dijo, tomando el cesto de la fruta de su adorada, «una mujer no debería cargar nada», Celis preguntó «¿por qué?» con franco desconcierto. No podía mirar a esa joven guardabosques de pies veloces y pecho ancho a la cara y decirle: porque es más débil. No lo era. […]
Él respondió, sin mucha convicción, que las mujeres no estaban hechas para el trabajo pesado.
Ella miró a los campos donde trabajaban algunas mujeres, construyendo un nuevo trozo de muro a partir de grandes piedras; miró de vuelta al pueblo más cercano con sus casas construidas por mujeres; abajo, a la carretera lisa y dura por la que estábamos caminando; y luego al pequeño cesto que él le había cogido.
—No lo entiendo —dijo ella con bastante dulzura—. ¿Son las mujeres de vuestro país tan débiles que no pueden llevar una cosa como esta?
—Es una convención —replicó—. Asumimos que la maternidad es suficiente carga, que los hombres deben llevar todas las demás.
—¡Qué sentimiento más bonito! —dijo ella, con un brillo en sus ojos azules.
—¿Funciona? —preguntó Alima a su manera, veloz, viva—. ¿Todos los hombres, en todos los países, lo llevan todo? ¿O es solo en el vuestro?
— No seas tan literal— pidió Terry con desgana—. ¿Por qué no estáis dispuestas a que se os adore y atienda? Nos gusta hacerlo.
—No os gustaría que lo hiciéramos con vosotros —respondió.

 

Existen temas conflictivos que pueden generar que el lector se coloque a favor o en contra de este lugar, como el aborto o la religión. Es obvio que en una sociedad en la que uno de los objetivos vitales de sus ciudadanas es crear vida, el aborto no tiene cabida. Por otro lado, el concepto de creencias de nuestro mundo debería tomar buena nota de algunas verdades que se expresan en este libro. Creo que con independencia de si sois creyentes o no, encontraréis algunas de sus afirmaciones como muy acertadas.

 

La pregunta que creo que es inevitable que el lector se haga al enfrentarse a la lectura de este libro es ¿estamos ante una utopía? ¿Es utópico que en una nación ideal se elimine a una de las mitades que componen el mundo conocido? Creo que al cerrar las páginas de esta novela la respuesta es clara. Sí, en este colectivo no es necesaria la presencia de hombres. Queda más que demostrado que estas mujeres no son para nada el sexo débil, que no necesitan de ellos para vivir por ninguna de las razones que se exponen, y que este país funciona. Con esto no quiero decir que una sociedad ideal sea aquella en la que los hombres sean extinguidos. Pero la conclusión creo que es obvia: los seres humanos debemos complementarnos, trabajar unidos y enriquecernos de nuestras diferencias. Nadie es mejor que otro por haber nacido con un género o con otro, nadie debería estar por encima de los demás y las identidades de género son mucho más sociales que biológicas.

 

 

Título: El país de las mujeres (Herland).
Autor: Charlotte Perkins Gilman.
Traductor: Jonathan Marqués.
Editorial: Guillermo Escolar Editor. (2019).
ISBN: 9788417134747.
Páginas: 191.
Precio: 16 €.
Ficha del libro en Guillermo Escolar Editor:
https://www.guillermoescolareditor.com/libro/el-pais-de-las-mujeres_93260/