Quienes me leéis de forma más o menos regular sabéis que soy una fanática de las semanas negras, encuentros negro-criminales y jornadas literarias varias. A todos es imposible llegar, y a algunos directamente no quiero. Deben cuadrarme las fechas, el programa y las ganas. Para Bruma Negra, festival realizado en la localidad vizcaína de Plentzia, se daban todas esas variables, pero se sumaba una más que pesaba más que ninguna: el cansancio. Justo una semana antes me planté en Cuenca en unas jornadas muy satisfactorias que me dejaron exhausta. La insistencia de Juan Mari Barasorda, artífice de las jornadas, la perspectiva de pasarlo bien y la temperatura hicieron el resto.
La programación del viernes me la perdí de manera irremediable. Mientras no alcance el poder de la bilocación no podré recorrer los 358 que me separan de Plenztia en menos de 3 horas y media. Aunque mereció la pena el esfuerzo de llegar el viernes por la noche por la charla que mantuvimos en la cena.


El sábado comenzamos las mesas hablando de «Crímenes de Época», un título muy acertado teniendo en cuenta que Juan Mari Barasorda está siendo el prologuista de todas o casi todas las novelas pertenecientes a esta colección de la editorial dÈpoca. Martín Olmos, Carmen Moreno y Félix G. Modroño intentaron desgranar los motivos que les llevaron a cada uno de ellos a ambientar sus historias en épocas pasadas. Olmos y Moreno tenían claro que la fascinación por el monstruo es de donde surge su pulsión para crear tramas en las que el crimen tiene un peso importante, mientras que Modroño se mostraba más atraído por el punto de vista de la víctima. Moreno reflexionaba acerca de que la historia de la víctima no es tan atrayente debido a que es una historia ya cerrada, sin embargo la del criminal no.
Uno de los puntos que pueden volverse en contra a la hora de ambientar una novela en el pasado es el de no ser fiel a la historia y que algún experto en el tema te la eche por tierra. Sin embargo Olmos comentaba que la historia que nos ha llegado surge en gran medida del folclore y de la leyenda, y que estos son algunos de los factores que el autor debe tener muy en cuenta a la hora de ambientar su novela. Modroño lo refrendaba comentando que no puedes narrar una novela como si fueses un notario: necesitas incluir detalles de la época, de la música, de las celebridades del momento… Carmen Moreno, por ejemplo, tuvo que ser especialmente cuidadosa a la hora de ambientar Sherlock Holmes y las sombras de Whitechapel, ya que la horda de fans de Holmes es tan inmensa que tuvo que cuidar mucho algunos pequeños detalles, como que Whatson jamás llamó Sherlock a Holmes o que el propio Holmes nunca fumaba en pipa.


Debido a contratiempos de última hora, Jesús Lens no pudo trasladarse a Plentzia para su mesa con Jokin Ibáñez y Francisco J. Ortiz sobre el «Nacimiento del hard boiled (novela, cine y cómic)» (a Lens también le habría venido bien el poder de la bilocación). Al rescate subió a la palestra Carlos Bassas, que de cine algo sabe. Asistir a esta mesa fue mágico. ¿Alguna vez habéis preparado una ponencia y ha resultado un desastre, pero sin embargo aquella otra que planteasteis en 5 minutos salió perfecta? Pues esto es lo que sucedió en Plentzia. En una especie de Jam Session improvisada, nuestros tres ponentes salieron del paso con honores haciendo un repaso que hizo las delicias de los que conocemos algo del tema y que fue perfecta para los profanos.
En este caso no había dudas sobre si fue antes el huevo o la gallina: la novela negra nació antes que el cine y el cómic negro. Pero gracias al surgimiento del cine negro los códigos estéticos se fijaron tan poderosamente en nuestras retinas que nos volvió unos puristas. La novela dejó claro que estábamos ante un género urbano, pero fue el cine el que fijó los márgenes entre hard boiled y western, dos géneros con unas premisas muy similares. Por ejemplo, como nos contaba Ortiz la gabardina se inventó en 1861, pero fue gracias al cine negro que la hemos asociado al detective privado.
En lo que estaban todos de acuerdo es que surgió en las tres vertientes como cultura de entretenimiento. Incluso podemos incluir también la radio, que tan poderosa fue para la transmisión oral de los códigos del género. Fue un género de fácil consumo dirigido a la clase más iletrada y a los inmigrantes que conocían poco el idioma. En este particular, el cómic surgió con fuerza, aportado una ayuda visual a los textos de los bocadillos.
Un apunte personal: estas tres enciclopedias andantes me hicieron enormemente feliz al nombrar en la charla a mi querido Carroll John Daly, el precursor de Dashiell Hammett y el primero en publicar una historia con un detective privado al frente de ella en 1922. Lástima que sus historias fueran tan violentas que la opción de pasarlas a la gran pantalla no fuese viable y haya quedado relegado a un segundo plano.


Tras una comida en una localización de absoluto lujo, el recién restaurado Casino de Plentzia, regresamos al ataque con una mesa sobre «Crimen y actualidad: de la crónica negra a la novela negra» con Carlos Bassas, Txani Rodríguez, Juan M. Velázquez y Mariano Sánchez Soler, y la batuta de Ricardo Bosque. El punto de partida se centró en qué diferencia encontraban ellos entre ejercer de cronistas o de novelistas. Bassas afirmaba que como novelista no le debe nada a la realidad, puede jugar libremente con la ficción, pero como cronista debe respeto a las víctimas y debe ser riguroso. Sánchez Soler comentaba que como periodista se debe someter a la actualidad del día a día, sin margen para la profundización. Sin embargo, como novelista se necesita poseer un gran conocimiento del material a contar y ese tiempo de reflexión le permite realizar hipótesis sobre aquello que quiere narrar.
Un punto interesante que comentó Carlos Bassas es que el periodismo responde al qué, al cuándo, al cómo y al dónde, pero generalmente no puede responder a los porqués. La ficción sí puede profundizar en las motivaciones del criminal y al novelista se le concede mucha más libertad a la hora de narrar algunos aspectos que a los periodistas, a los que se les requiere rigurosidad. Gracias a la ficción pueden llegar al fondo de muchos casos, y con el escudo de que se trata de «ficción» pueden llegar a contar más parte de la realidad que como periodistas.
Por supuesto, en todo esto entra en juego la verosimilitud y la veracidad, necesitando la primera el novelista y la segunda el cronista. Y en este punto Velázquez introdujo un apunte muy interesante: el artificio es el que te permite enganchar al lector. Está claro que cuando inspiras tus novelas en hechos reales le aportan un punto de veracidad importante, pero como contador de historias debes ser capaz de atrapar a tu lector o de poco servirá que hayas escogido una gran historia para contar.
La verdad es que la mesa dio para mucho, y se abordaron temas realmente interesantes en ella. Tras esta última mesa, llegó el homenaje a Mariano Sánchez Soler, un magnífico comunicador que es capaz de tener en vilo a su audiencia durante horas sin lograr que estos se cansen, y el fallo de los premios del Concurso de Relatos Cortos Bruma Negra.
Y os preguntaréis: lo de jornadas gastronómicas, ¿a qué viene? Pues viene a que todos los asistentes nos fuimos de allí al menos con un par de kilos a cuestas. Y esta vez no fue solo por los libros comprados. Los organizadores nos agasajaron con un cóctel negro a las orillas de la ría, con dos cenas increíblemente copiosas y con una comida de escándalo. Por si fuera poco, algunos alargamos el domingo con la visita a un mercadillo de libros usados en Bilbao y una comida a base de pinchos. Fue el broche de oro a tres días de literatura, risas, confidencias, confesiones y mucha amistad y cariño. Espero poder repetir el año que viene.