El expreso de Tokio, de Seicho Matsumoto (1958)

A las seis y media de la mañana de un 21 de enero, un obrero cruza la bahía de Hakata colmada de niebla, en Japón. Sobre una oscura superficie de roca descubre dos cuerpos abrazados, inmóviles, con el viento moviendo sus ropas. Se trata de los cadáveres de Kenichi Sayama, subdirector de la sección X del ministerio X, y de una muchacha llamada Toki. Junto a los cuerpos,  una botella de zumo mezclado con cianuro potásico no deja lugar a dudas de los hechos: se trata de un suicidio perpetrado por dos amantes. Se realizan las fotografías oportunas, se toma nota de todo lo encontrado y caso cerrado.

 

Sin embargo, entre los agentes que llevan la documentación del caso se encuentra Jutaro Torigai, un viejo policía cuyo sexto sentido le dice que hay algo que no encaja. Sayama llevaba en su cartera el recibo de una comida efectuada en el tren que le llevó al lugar de su muerte, recibo que refleja que comió solo. Si los suicidas eran amantes, resulta muy raro que en un viaje en tren que han realizado juntos ella ni siquiera le acompañe con un té.

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