La inquilina de Wildfell Hall, de Anne Brönte (1848)

Mrs. Helen Graham acaba de llegar a Wildfell Hall para instalarse con su hijo. Es una mujer viuda, y la elección de la mansión despierta la curiosidad de sus vecinos. La casa  es demasiado grande para que la ocupen solo dos personas, y nadie parece conocer nada de esta extraña mujer. ¿Por qué ha decidido instalarse en este pequeño pueblo si no tiene allí amigos ni familiares conocidos? Además, Wildfell Hall está apartado del resto de viviendas del lugar y que una mujer viuda pase tanto tiempo a solas resulta muy sospechoso. Pronto se organizarán pequeñas excursiones de vecinos para intentar sonsacar a Mrs. Graham algún dato de su pasado y sus motivaciones para haberse mudado allí, pero todos regresan con más dudas de las que tenían cuando salieron de sus casas.

 

Dentro de los vecinos, habrá uno que quedará especialmente prendado de la belleza y el carácter de Mrs. Graham nada más conocerla. Gilbert Markham, nuestro joven pretendiente, busca cualquier excusa para visitar a la viuda y disfrutar de su compañía. Poco a poco observará que ella también disfruta de sus visitas y de su conversación, pero siempre manteniendo las distancias y alejando del horizonte cualquier insinuación de cortejo. Cuanto más se acerca él, más se aleja ella, y esto lo único que provoca es que Gilbert arda aún más de deseo por ella.

 

Desde el comienzo de la novela, el lector sospecha que Mrs. Graham oculta algo, y a medida que avanzan las páginas comprobaremos que es así. Su pasado es un misterio y ella lo mantiene a resguardo bajo la cámara acorazada que es su corazón. Esto solo provoca que sus vecinos empiecen a indagar, a preguntar e incluso a inventar historias sobre ella. Pero Gilbert siempre sale en defensa suya. Hasta que las sospechas de que no es el único interesado en cortejarla le vuelven loco de celos.

Se dice, se comenta, que esta imagen podría corresponder a las tres hermanas Brönte.

Resulta realmente complicado tratar de simplificar el argumento de La inquilina de Wildfell Hall debido a lo extenso de su trama. Esto que os relato aquí, apenas son unas páginas del comienzo, una parte de la historia que nos es contada por el propio Gilbert en forma de cartas dirigidas a uno de sus amigos. A partir de la mitad de la novela, aproximadamente, será la propia Helen quien nos revele la otra cara de la moneda en forma de diario. La acción transcurre reposada, y la autora crea una historia narrada con todo lujo de detalles. Aunque en algunos momentos puedan resultar excesivos al lector, es necesario poner la novela en contexto.

 

La inquilina de Wildfell Hall fue publicada por primera vez en 1848 con el pseudónimo de Acton Bell, un pseudónimo masculino para una novela que podría ser considerada como una de las primeras novelas feministas. La reina Victoria gobernaba en Inglaterra, en un largo y próspero reinado que convirtió a Inglaterra en uno de los países más liberales de Europa. Algunos de los logros de este reinado fueron el triunfo de la Revolución Industrial, la consolidación de la libertad de prensa o la explosión del movimiento sufragista. La rotura de las clases sociales instauradas desde hacía siglos que trajo la Revolución Industrial proporcionaron trabajo y salario a muchas mujeres que contribuyeron con ello a la economía doméstica. El derecho a voto llegó mucho después, en 1918, pero los movimientos que pudieron hacer posible que llegase ese día se remontan a 1792 con la publicación de A vindication of the Rights of Woman, firmado por Mary Wollstonecraft (madre de la escritora Mary Shelley). Todo este caldo de cultivo pudo hacer posible la publicación de una novela en la que una mujer fuerte y con carácter toma las riendas de su propia vida haciendo todo lo posible por hacerlo sin depender para ello de ningún hombre.

 

Obviamente, es una novela de su tiempo, y además de la profunda religiosidad de su protagonista, determinadas costumbres y formas de actuar están muy arraigadas. Es una novela feminista y moderna por las ideas que aporta, pero el momento en el que fue escrita manda y lo correcto es que una mujer se case, tenga hijos, y cuide de ellos y de su marido. Debe ser una buena anfitriona, correcta y educada, y sus opiniones deben ser medidas para ser manifestadas de forma velada.

La magnífica versión de Alba nos regala el Prefacio de Anne Brönte a la segunda edición, aquella en la que su nombre ya apareció en la portada de su libro. Por lo que podemos entrever, la novela recibió duros juicios de valor porque algunos críticos creyeron sospechar que Acton Bell escondía en realidad una pluma de mujer, y precisamente por sospechar que la creadora era mujer el ensañamiento parece ser que fue mayor. Por ello, realiza un precioso alegato en favor de valorar los textos en sí mismos, sin mirar si aquellos que los han creado son hombres o mujeres.

«Respecto a la identidad de quien ha escrito el libro, me gustaría dejar meridianamente claro que Acton Bell no es Currer ni Ellis Bell y, por lo tanto, no deben atribuirse a ellos sus errores. En cuanto a si su nombre es real o ficticio, poco puede importarles a quienes solo conocen de tal persona sus obras. Como bien poco, creo yo, puede importar que semejante nombre esconda la personalidad de un hombre o un mujer, tal como uno o dos de mis críticos afirman haber descubierto. Tomo la imputación por su lado bueno, como un cumplido a la descripción justa de mis personajes femeninos; y aunque no tengo más remedio que atribuir buena parte de la severidad de mis censores a esta sospecha, no me molestaré en refutarla, porque, en mi opinión, si un libro es bueno, lo es independientemente del sexo de quien lo ha escrito. Todas las novelas se escriben, o deben ser escritas, para que las lean hombres y mujeres, y no puedo concebir que un hombre se permita escribir algo que sea realmente vergonzoso para una mujer, o que una mujer sea censurada por escribir algo que sea conveniente y adecuado para un hombre.»

Título: La inquilina de Wildfell Hall (The Tenant of Wildfell Hall)
Autor: Anne Brönte.
Traductor: Waldo Leirós.
Editorial: Alba (1997)
Año de publicación: 1848.
ISBN: 9788490652718.
Páginas: 608.
Precio: 14€.

4 Comentarios Agrega el tuyo

  1. margari73 dice:

    Una novela que ya tenía entre mis pendientes y que sube muchos puestos tras tu fantástica reseña.
    Besotes!!!

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  2. A esta Brönte la tengo pendiente y no parece mala novela para empezar. La premisa es muy interesante, y que te haya gustado a ti, siempre es un punto a favor.

    Me lo apunto.

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    1. Marta Marne dice:

      Mil gracias por tus palabras. La verdad es que no hubiera apostado porque me gustase, pero cómo me lo pasé.

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  3. Alejandra Flores dice:

    La tengo pendientísima (como muchas novelas más!), Anne Bri¡onte me parece muy diferente a sus hermanas y su literatura es algo más deprimente, pero aún así una maravilla. Un saludo!

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