Juegos de cloaca, de Jon Arretxe (2015)

 

Las series de novelas negras tienen su parte buena y y su parte mala. Lo malo es que si eres una persona maniática como soy yo te obligas a leer toda la serie, y en orden, para evitar encontrarte con desagradables spoilers por el camino. Lo bueno es que reencontrarte con ese personaje al que has visitado a lo largo de varias novelas es como volver al bar de un amigo al que hace tiempo que no vas. Te pone al día de lo que ha pasado en tu ausencia, compartís un buen rato y descubres cuánto te gusta volver a disfrutar de su compañía. Y uno de esos personajes en mi vida ya es Touré.

 

Como ya os conté en esta entrada acerca de las tres primeras entregas, Touré es un burkinés afincado en la pequeña África, el barrio de San Francisco de Bilbao. Es un personaje de novela negra peculiar, porque es un detective venido a menos al que le encargan rescatar objetos tan curiosos como pueden ser un vibrador o un libro de Abasolo. Vive y sobrevive ganándose la vida como puede y le dejan. Hasta que En sombras de la nada transcurren una serie de acontecimientos muy desagradables en su apacible existencia.

Sin entrar en detalles para no estropearos la tercera entrega de la serie, Touré acaba tocando fondo. Y en el inicio de esta no se encuentra mucho mejor. Vaga por las calles sin rumbo definido, sin saber cómo continuar con su existencia después de lo vivido meses atrás. Hasta que decide actuar y ataca en un golpe de furia a los causantes de su dolor: los integrantes de la mafia nigeriana. Aunque no llega a matarles sí le provoca graves heridas a uno de ellos y esto hará de Touré sea deportado.

 

A pesar de lo que podamos pensar los inmigrantes no siempre son devueltos a su país de origen. Son liberados donde más conviene sin importar que se hayen a miles de kilómetros de sus verdaderos lugares de procedencia. Como si África fuese un pañuelo. El pobre Touré termina con sus huesos en Bamako, capital de Malí, un lugar ubicado cerca de 900 km de su casa. Sin embargo, el hecho de que haya atacado a la mafia nigeriana y que no haya sido devuelto con su familia será bueno para él y los suyos. Tratará de pasar desapercibido y se mimetizará de nuevo con sus paisanos africanos.

 

Lo bueno de vivir en una pequeña África en Bilbao es que acabas conociendo a gentes de muy diversas procedencias, y su compañero de piso Osmán le facilitará contactos desde la distancia para que se ocupen de él. Aquí nos muestra una de las claves de la cultura africana: la hospitalidad y el compañerismo.

 

«En ese momento empecé a recordar lo que significa el tiempo en África, recuperé una sensación que casi tenía olvidada: la sensación de que el reloj se ralentiza y todo discurre plácidamente, al ritmo sosegado de la naturaleza que no tiene prisa para nada. Así, contemplé cómo Alou preparaba tranquilamente la infusión, y después saboreé cada sorbo mientras charlaba con él relajadamente sin molestarme en absoluto que de vez en cuando apareciese por allí algún colega de la oficina y se uniera a nosotros.»

 

Aunque Touré está en África en esta entrega, Arretxe no se olvida del barrio de San Francisco y nos narrará con una voz neutra lo que sucede por allí. El vigilante de las 19 cámaras será nuestros ojos en el barrio y entre pantalla y pantalla veremos lo que sucede al otro lado del estrecho. Esta herramienta además le permite al autor introducir sentencias y afirmaciones objetivas sobre la vida en el barrio que desde la boca de Touré no podría aportar, ya que quedaría en exceso impostado.

 

A pesar de las escenas truculentas que nos esperan en esta historia, el tono de la novela es más amable que en la anterior. Arretxe ha pasado largas temporadas en África para ambientar sus libros y conocer de primera mano la forma de pensar de las gentes, y esa actitud positiva que tienen por la vida, esa despreocupación, esa calma, se le ha pegado a la pluma con la que escribe sus textos. Sí, muestra el lado crudo de las cosas, pero siempre parece que lo hace con una sonrisa en la cara.

 

Es curioso como Arretxe a pesar de la crudeza de lo que nos relata no cae en el dramatismo ni en el recreo de las escenas más duras. Tiene material más que de sobra para poder tocarle la fibra al lector hasta el punto de llegar a incomodarle pero no juega esa baza. Su estilo es mucho más sutil y elegante, introduciendo escenarios y circunstancias que te hacen reflexionar sobre el modo de vida de personas tan parecidas pero a la vez tan distintas a nosotros. Te invita a apreciar el carácter despreocupado y solidario de los africanos, pero a la vez siembra una semillita en tu mente para que veas las cosas también desde el otro lado.

 

Es una verdadera lástima que sus historias no caigan en manos de ese tipo de personas a las que les aterra tanto lo diferente, aquellos que creen que el color de la piel o el país de procedencia son un determinante a la hora de valorar el interior de las personas. Aún tenemos un largo camino que recorrer en cuanto a tolerancia con nuestros iguales se refiere. Menos mal que existen Arretxes en el mundo que ayudan a tender puentes en forma de novelas.

 

Título: Juegos de cloaca.
Autor: Jon Arretxe.
Editorial: Erein (2015)
ISBN: 9788491090526
Páginas: 208.
Precio: 18€.
Ficha del libro en Erein: http://www.erein.eus/libro/juegos-de-cloaca

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