Empezar a leer series de novela negra por el final nunca ha sido mi fuerte. Me cuesta, siempre pienso que me estoy perdiendo algo, que no voy a poder identificar a los personajes, sus historias. Y no nos engañemos, soy un poco cuadriculada… Me gusta el orden y soy meticulosa. Por eso cuando me he hecho con el último de Camilleri me he debatido entre leerlo ya o esperar a leerme las ¿26? entregas anteriores (desconozco el número concreto). Era una locura. Y después de haber ido a la BCNegra y oír las maravillas que todo el mundo hablaba de Camilleri me picaba mucho la curiosidad.

 

En esta entrega, Montalbano se ve envuelto en un lío de faldas. Tiene un vecina a la que le encanta ponerse vestidos «arruinahombres», que dejan muy poco a la imaginación. Una mañana de camino al trabajo, ve que el coche la ha dejado tirada, y se ofrece a llevarla al trabajo y a recomendarle un buen taller. Este ofrecimiento le involucrará en un círculo vicioso de agradecimientos por parte de Liliana, la vecina, complicando su relación más de lo que le gustaría. Junto a este pequeño suceso, tenemos un pequeño artefacto que explota frente a un almacén vacío. Ambos sucesos tendrán más importancia de la que aparentan en un principio, llevando a Montalbano a verse involucrado en ambos sucesos.

 

Como no he leído ninguna de las entregas anteriores es difícil valorar esta novela. Como historia aislada, me ha resultado muy entretenida y con puntos muy divertidos. Es una de esas novelas que te duran un asalto, a mí una mañana concretamente (son apenas 200 páginas). Montalbano me ha recordado muchísimo a Kostas Jaritos, el protagonista de las novelas de Petros Márkaris. Tienen muchos puntos en común: ambos son mediterráneos, con un gran peso de lo que aporta la prensa y la televisión a la difusión de sus casos, un tanto gruñones, y con un gran gusto por la comida.

 

La verdad es que no es de extrañar que sean similares. Si leemos novela negra nórdica, hay muchos autores con muchos puntos en común. El clima y el carácter de las gentes se refleja en las novelas, y en estas eso está muy latente. Es una delicia ver cómo Montalbano para a comer por encima de quien sea, cómo tiene reuniones con amigos en torno a una mesa, cómo da paseos por la playa para meditar, o cómo charla con un cangrejo en el muelle mientras fuma. No lleva una vida desenfrenada, no es un hombre atormentado por un oscuro pasado ni es un alcohólico redomado. Posee un carácter muy mediterráneo, muy familiar, amigo de sus amigos y amante de la comida.

 

El título viene explicado en el capítulo 5, con una magnífica referencia cinematográfica a La dama de Shangai:

 

Una vez vi una película de Orson Welles. Una escena se desarrollaba en una habitación hecha de espejos y uno no sabía dónde se encontraba; perdía el sentido de la orientación y creía estar hablando con alguien que tenía delante, cuando en realidad lo tenía detrás. Me parece que quieren jugar con nosotros exactamente a eso, quieren llevarnos a una habitación de espejos.

 

Sólo tengo una objeción: la cantidad de sucesos y pequeños actos que narra, con una cantidad de información sobre los casos en cada página a veces abrumadora, con una acción un tanto urgente. Apenas se recrea en los pequeños momentos, y casi contradice con ese aspecto el carácter cálido que nos transmite.

 

Pero a pesar de esto, me ha gustado Montalbano. Es una novela que se puede leer perfectamente de modo independiente, sin saber nada sobre las novelas anteriores. Es muy diferente al tipo de novela negra que suelo leer. Soy más amante del hard boiled, de una novela negra más negra, más violenta, más oscura, más extrema. Pero a veces es un gusto recrearse con una novela más pausada, más apegada quizá a nuestro día a día (afortunadamente), y más cercana a nuestro carácter. Es como un pequeño rayo de sol en la premura de nuestra vida.

 

 

Título: Juego de espejos
Autor: Andrea Camilleri
Editorial: Salamandra
ISBN: 9788498385762
Páginas: 219
Precio: 15€
Ficha del libro en Salamandra: http://salamandra.info/libro/juego-espejos