Han pasado unos días desde que acabé la lectura de este libro. Es curioso cómo me decidí a leerlo. Lo conocía hace tiempo y lo tenía en mi lista de pendientes, cuando hace 2 semanas conocí a una chica japonesa llamada Saeko. Me comentó que su nombre no era frecuente en Japón, que sin ser un nombre extraño no es muy común.

 

Gracias a Saeko recordé que tenía ganas de leer este libro, y cuando el sábado pasado fui a la biblioteca, lo busqué y no pude resistirme. No sé cómo plantear esta reseña, porque el gran encanto de la novela es no conocer el argumento. Se intuye desde las primeras páginas, pero no se sabe a ciencia cierta, y prefiero no desvelaros nada importante de la trama. Simplemente os diré que es una novela basada en la cotidianidad del día a día, esos pequeños momentos que conforman nuestra vida, y que hacen que sea especial y distinta al resto. Realmente la vida se compone de eso, de pequeños pasos y circunstancias que van uniéndose para formar nuestra existencia. Es un aspecto recurrente en la literatura japonesa por lo poco que sé de ella y lo poco que he leído, y opino es parte de su encanto. Puede que sea una de las cosas que hacen que no le guste esta literatura a mucha gente, porque se encuentran con monotonía y regularidad, cuando muchos buscan en un libro precisamente algo que rompa con la similitud de sus días. En algunos puntos, si no fuese por lo bien que está escrita, este aspecto llegaría a agobiar ya que te describe los pasos ordinarios de nuestros protagonistas con tal minuciosidad que puede cansar.

 

Saeko y Shun`ichi tienen unas vidas normales: él es informático y ella se dedica a reponer sus máquinas expendedoras con dedicación y mimo. Estos son nuestros protagonistas, con sus horarios fijos, su dedicación a su trabajo, su vida medida al milímetro… Quizá la consecución de acontecimientos sea la que haga que todo se trastoque al romper radicalmente con ese modo de pensar y de vivir. En nuestra cultura occidental los cambios a veces se toman como algo bueno, buscamos cosas distintas que cambien el día a día, que te hagan sentir que estás vivo, que no haces cada día de tu vida lo mismo. Está claro que en Japón la vida no es así.

 

La regularidad es la norma, y todo aquello que la rompa, hace que se trastoquen los planes y los sentimientos.Y es lo que les sucede a nuestros protagonistas: su vida se rompe, el día a día ya no es igual, y eso puede hacerse insoportable para alguien cuya vida está marcada por la batuta de la regularidad. Es un libro que me ha resultado duro. Tiene partes que me han resultado un tanto angustiosas, imaginándome en esa situación, y he tenido un nudo en la garganta a lo largo de varias páginas. Es un libro triste, pero es tan bonito que hace que te olvides de eso al final. Hablando del final, he de reconocer que no me ha llenado, me esperaba otra cosa, y eso ha roto parte del encanto de la novela. Pero como bien he hablado con algunos blogueros por Twitter, como LilVia y Aramys, el final no siempre es lo más importante en una historia, sino todos aquellos recovecos de tu alma que es capaz de llenar, los fragmentos de tu mente que hace despertar. Y a mi este libro me ha llenado en muchos sentidos, aunque el final me haya dejado un tanto desamparada. Soy occidental, y pienso como tal, me cuesta meterme en la piel de un oriental con su particular y tan diferente modo de ver el mundo. Por lo tanto, mis reacciones son distintas, y yo hubiese reaccionado de otro modo ante los acontecimientos que suceden en esta novela. Ese fue mi fallo, querer mimetizarme con los protagonistas, cuando tenemos maneras tan distintas de ver la vida.

 

 

Título: El año de Saeko (Funadomari made)
Autor: Kyoichi Katayama
Traductor: Lourdes Porta Fuentes
Editorial: Alfaguara (2011)
Año de publicación: 2006.
ISBN: 9788420407272
Páginas: 238
Precio: 17 €