Juan Madrid nos traslada con su última novela Perros que duermen al Burgos de 1938 y a la Málaga de 1945. En Burgos, nos relatará un brutal asesinato, que como era común en la época, será necesario que no salga a la luz. En Málaga, leeremos el diario de un preso y sus recuerdos acerca de la guerra entremezclados con su día a día en el penal. El nexo de unión lo proporciona el hijo del preso, Juan Delforo, que en 2011 recibe una notificación que le informa de que se ha convertido en beneficiario de parte de la herencia de Dimas Prado, un hombre al que no recuerda conocer.
Gracias a la narración acerca de Dimas Prado en Burgos, falangista desde el 33 y firme defensor del régimen, contrastada con la del republicano Juan Delforo (padre), obtendremos una visión de conjunto acerca del devenir de la Guerra Civil en nuestro país, y especialmente de sus comienzos. En la novela se nos repite en varias ocasiones que nadie apostaba porque fuese a ser algo duradero, que en dos o tres días se solucionaría el problema, y podemos ver cómo se trastocó la vida de las gentes que vivieron en Julio de 1936; cómo las milicias republicanas debían armarse y organizarse contra un ejército mucho más preparado y cómo la sublevación llevaba forjándose mucho más de lo que parecía en sus comienzos. Con Dimas Prado veremos la forma de vida de las clases más acomodadas, cómo veían la guerra incluso con lejanía y distancia a pesar de tenerla a pocos kilómetros de casa. Con Juan Delforo viviremos una batalla desde dentro, oleremos la sangre de los caídos, sentiremos el miedo y el caos que acontecía en el campo de batalla.

A pesar del interés de cada una de las contiendas relatadas, es cierto que a partir de cierto punto resultan tediosas y repetitivas. Quizá ahí resida la intención del autor: en mostrarnos que cada batalla era igual a otra para los de arriba, llegando a anestesiar a la población con el número tan ingente de bajas producidas. De mayor interés resulta la vida urbana y rural durante la contienda: el hambre, la miseria, la falta de medios, de medicamentos, el dolor, la crudeza de las cárceles, de las condenas infligidas. Quizá por ser esta la parte menos conocida, por ser más cercana, más humana, la que los libros de historia nunca cuentan.
«Con la maleta de cartón golpeándole la pierna, estuvo dos horas caminando por un Madrid ruinoso, lleno de cráteres y raíles de tranvías retorcidos. Por la tarde se detuvo en la Plaza de España, atestada de familias y gente sola que pernoctaban en improvisadas tiendas de campaña al aire libre, cubierta con mantas y harapos. La calle Princesa se veía colmada de coches y vehículos militares destrozados y quemados que aún no habían sido retirados. No se podía pasar, según un cartelón, había peligro de minas y bombas sin explotar. Allí descubrió que no había luces en Madrid: era una ciudad oscura y tenebrosa y machacada, un paisaje de esqueletos infames de edificios y de casas a duras penas en pie.»
Que entre todo esto acontezca un crimen que Dimas Prado deba investigar, resulta como poco anecdótico. Siempre me han atraído las historias de investigación en un escenario en el que están muriendo centenares de personas cada día. Pero si el muerto aparece asesinado en una cama parece más relevante que el que lo hace en una cuneta. Las historias entrecruzadas no encontrarán su punto de unión hasta cerca del final de la novela, algo necesario para que no decaiga el interés durante la lectura. Los más observadores podrán ir encontrando pistas para tratar de encajar todas las piezas y leer de ese modo la novela con otros ojos: los del lector que conoce el final pero continúa leyendo para saber cómo todo se hace visible.
No puedo evitar hacer una reflexión final acerca de la nominación de esta novela al Premio Hammett 2018 como mejor novela negra, ya que tengo sentimientos encontrados. La novela me ha parecido espléndida. La narración a dos tiempos y dos voces consiguen una gran agilidad narrativa y que si una de las dos partes no te engancha tanto continúes leyendo gracias a la otra. Aunque se narra una intriga que gira en torno a un asesinato, esta parte de la trama puede suponer tan solo un 20% del argumento total. Desde luego, yo la encasillaría mucho antes como novela histórica que como novela negra, y de hecho al terminarla sentí cierta decepción por este aspecto. Creo que el lector de novela negra, aquel que conoce a Juan Madrid, y no sabe de antemano el gran peso que la historia de la Guerra Civil tiene en la obra puede sentirse defraudado. La maestría del texto salva los muebles, pero en ocasiones toparte con algo que no es lo que estabas buscando puede llegar a estropearte una buena lectura. En cualquier caso, el jurado de la Semana Negra sabe mucho más que yo sobre todos estos temas, y gracias a esta nominación he leído la novela. Esperaremos el veredicto de dicho jurado para ver si se alza con el galardón.
Título: Perros que duermen.
Autor: Juan Madrid.
Editorial: Alianza Editorial (2017).
ISBN:9788491046264.
Páginas: 432.
Precio: 18€
Ficha del libro en Alianza: https://www.alianzaeditorial.es/libro.php?id=4727395&id_col=100500&id_subcol=100501
Pues sí, a veces no encontrar lo que esperamos hace que no disfrutemos de la lectura plenamente. Como voy a advertida con tu reseña, lo tendré en cuenta cuando me anime con esta novela. Pero gustándome también el género histórico, creo que la voy a disfrutar por partida doble.
Besotes!!!
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El maniqueísmo habitual para tratar la guerra civil sigue imposibilitando que la superemos. Asociar los buenos a los perdedores y los malos a los ganadores es un ejercicio de pobreza intelectual extrema y de una exigencia exigua.
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