¿Qué partes de nosotros mismos son las que constituyen nuestra identidad? Nuestra forma de pensar y de sentir, nuestro bagaje, nuestra educación, nuestro carácter, nuestra forma de reaccionar ante los acontecimientos de nuestra vida. E incluso nuestra apariencia física. Pero, ¿hasta qué punto uno de nuestros órganos vitales puede determinar nuestra personalidad? Evidentemente, todos me contestaréis que no influye en absoluto. Puede ser, pero siempre y cuando todo funcione correctamente en nuestro interior. Aquellos que alguna vez en su vida han sufrido algún tipo de dolencia física sabe hasta qué punto esa molestia puede determinar tu carácter. Sin embargo, ¿qué sucede cuando acudes a un hospital por una dolencia menor y debido a una negligencia médica te es extirpado un órgano por error?
Imaginad el momento. Despiertas de una anestesia total confiando en que todo ha salido bien. Quizá los primeros segundos, cuando aún estás aturdido por despertar en un lugar diferente a aquel en que te durmieron, buscas instintivamente las marcas de la operación en tu cuerpo. Las vendas están en el lugar que deben estar y no parece faltarte nada. Aparentemente. Un médico se acerca a tu cama y con el pánico reflejado en su rostro te confiesa que ha cometido un error. La operación ha ido bien, sí. Pero han efectuado una intervención errónea en tu cuerpo. Irreversible. Te han extirpado un riñón sano, un riñón que estaba funcionando perfectamente hasta que hace unas pocas horas alguien decidió eliminarlo de tu cuerpo. Sí, todos sabemos que se puede vivir con un solo riñón. Incluso con parte de este. Pero todos tus órganos estaban en su sitio cuando entraste en ese quirófano y ahora no. Uno de tus riñones está vete-tú-a-saber-dónde fuera de tu cuerpo. Te han mutilado. Tu identidad ha sido castrada.
Y ahí surge la siguiente pregunta: ¿dónde está tu riñón? Al parecer, en el cuerpo de otro hombre. Has salvado la vida a algún pobre diablo que seguramente estaba desahuciado. Pero claro, si te lo han extirpado, ¿no pensaban que estaba dañado? ¿Que debía ser amputado de tu cuerpo porque tenía algún desperfecto? ¿O creían que eras un voluntarioso donante? La cabeza te da vueltas, tu ya desestructurada vida de desmorona un poquito más al faltarte un pedazo de tu cuerpo.
Este es el planteamiento de partida que Francisco Bescós nos plantea en su última novela El costado derecho (Salto de página, 2016). Carlos Nogueroll es un hombre que no tiene suerte en la vida. Las cosas le fueron bien durante algunos años e hizo todo lo posible por darle a su esposa Ángela todo aquello que creía necesario para hacerla feliz: un chalet en una buena urbanización, un hijo, una termomix. Tenía una empresa de construcción que se fue a pique con la explosión de la burbuja inmobiliaria. Tenía proyectos y sueños basados en lo que sus suegros y su esposa esperaban de él. Tenía a Ángela y a su hijo Mateo, que le abandonaron y pasó a tener una exmujer y un hijo de visitas quincenales. Carlos fue uno de esos millones de españoles que se creyeron esa mentira generacional de que estudiando una carrera y trabajando duro obtendría una vida justa y digna. Ahora tiene deudas, una ex, un hijo que prefiere al nuevo marido de su madre, un trabajo miserable en Leroy Merlin, y un riñón menos.
El hospital le indemniza por la negligencia y su vida parece un poco mejor con ese desahogo económico, pero una serie de malas elecciones y de malas compañías le harán plantearse muchas preguntas. Tantas que no será fácil ni barato obtener respuestas. Toda esa búsqueda de su propia identidad le llevará a situaciones absolutamente disparatadas e irreales de las que trata de salir airoso y con un objetivo cumplido: conocer la realidad de los hechos.
Hay que reconocer que Bescós ha sido valiente con esta obra. Durante abundantes páginas se tambalea en el límite de la verosimilitud llevando a su protagonista a situaciones cada vez más extremas en las que su propios fantasmas serán su peor enemigo. Sin embargo logra una tragicomedia en la que no puedes dejar de divertirte con las situaciones a las que se enfrenta Carlos Nogueroll a la vez que una profunda compasión se apodera de ti. Bescós consigue que empatices con el protagonista imaginándote en su piel si te sucediese algo así. ¿Cómo me enfrentaría yo a ello? ¿Lo aceptaría sin más? ¿Sentiría rabia o tristeza? ¿El vacío dejado en el costado lisiado sería tan grande que no encontraría el modo de llenarlo?
La prosa del autor es rica y fluida. En algunos puntos me he sentido confundida con algunas herramientas estilísticas que me han resultado un tanto más forzadas. El uso de repeticiones para marcar un ritmo en el texto no me ha resultado del todo natural, especialmente en comparación con otros párrafos absolutamente impecables en los que considero que no sobra ni una coma. Quizá el ejercicio narrativo ha quedado a medio camino de lo que quería conseguir, o quizá simplemente a mí no me ha terminado de convencer. En cualquier caso no creo que desluzca el resto del texto ni que sea un agravante para recomendar la novela.
El costado derecho es una historia en la que las vueltas de tuerca son tantas que, al igual que le sucede a Carlos Nogueroll, pierdes la percepción de la realidad para entrar en un bucle de locura y desesperación. Bescós nos regala una historia medida al milímetro en la que cada una de las piezas encajan como si se tratase de un puzzle. Resumiendo: historia atrayente, estilo fluido, personajes atractivos y crítica social en 330 páginas.
Título: El costado derecho.
Autor: Francisco Bescós.
Editorial: Salto de página (2016)
ISBN: 9788416148394.
Páginas: 336.
Precio: 18€.
Ficha del libro en Salto de página: http://www.saltodepagina.com/libro/el_costado_derecho-115/
Me ha resultado muy interesante el tema de este libro y un planteamiento original. Además la reseña hace que quiera leerlo.
Un abrazo.
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Un libro muy interesante. No me importaría leerlo.
Besotes!!!
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