Hoy me he sentado delante del portátil con la cabeza bullendo de ideas, de conversaciones escuchadas este fin de semana, de conocimientos adquiridos. Este es ya mi cuarto año recorriendo festivales negro-criminales y la tercera vez que he acudido a Las Casas Ahorcadas de Cuenca. Y os aseguro que aunque, inevitablemente, muchas cosas se repiten de una a otra ciudad, nunca me he vuelto a casa con las manos vacías. Siempre me llevo en la maleta nuevos libros descubiertos, autores que desconocía hasta ese momento y montones de nuevos saberes en mi haber.
Quería contaros de nuevo lo especial que ha sido este fin de semana, este encuentro que ha logrado aglutinar en 3 días a más de 20 creadores diferentes. Un festival que nace de la ilusión y la creatividad del Club de Lectura más despiadado del panorama nacional y que en una ciudad con un índice de lectura ínfimo cuenta con unos 30 miembros entre sus filas. Tras todo este trabajo y esta difusión de la cultura y la literatura está mi amigo Sergio Vera, un personaje peculiar al que acercarte con armadura porque cada comentario suyo es lanzado con posta. Y por eso todos le queremos tanto: por su entusiasmo, por su pasión, por la infinita lista de lecturas que carga a sus espaldas y por su brutal sinceridad.
Por eso, precisamente por eso, no os voy a hablar del encuentro. No os voy a contar que ha habido más asistentes que ningún año de los que he pasado por allí. Que el domingo (1 de Mayo y Día de la Madre) el salón de actos de la Diputación de Cuenca estaba a rebosar. Que con un presupuesto irrisorio no, ridículo, para un evento de estas características, ha logrado mendigar que las editoriales colaboren con su causa pagando los viajes de los participantes (desde Barcelona, Vitoria, Gran Canarias, Pamplona, Sevilla o Valencia entre otros). Que han logrado organizar y coordinar 13 charlas en 3 días con un calendario frenético, organizar alojamientos, comidas, transportes, instalaciones y cuestiones técnicas entre Sergio Vera y sus padres Ana María y José Ángel, personas sin cualificación para la organización de este tipo de actos pero con ilusión más que de sobra para tratar de hacerlo lo mejor posible. Que hemos oído hablar de cine, de televisión, de cómic, de literatura, de procedimientos policiales, de suspense, de humor.
Solamente voy a contaros que a las instituciones políticas no les interesan ni la cultura ni estos festivales. No quieren tener a ciudadanos con capacidad de pensar por sí mismos y de reflexionar. No quieren que la gente pueda pasar su tiempo libre no solo divirtiéndose sino aportando algo de pasión a sus vidas. Cultura, entretenimiento, calor humano. No quieren que la gente interactúe entre sí porque eso logrará tener ciudadanos más empáticos y por lo tanto más solidarios. Por lo tanto, no interesa promocionar este tipo de encuentros ni tratar de proporcionales un espacio cómodo y adecuado a sus necesidades. No interesa que el responsable y organizador de todo esto obtenga el único reconocimiento que podría llegar a obtener: aparecer en los programas y en los medios como organizador que ha sido de todo ello.
Este año el encuentro de Las Casas Ahorcadas ha sido asesinado. Nadie se ha molestado en pasar por allí, ni tan siquiera para aparecer en la foto. No ha obtenido ni un apoyo y ha sufrido un contratiempo tras otro con cambios de espacios y de hoteles para los participantes. Han ocultado su nombre de los programas como director y acallado sus protestas en las notas de prensa, y han procurado que el festival no tenga ningún tipo de repercusión. A pesar de que han conseguido traer a 20 de los autores más importantes del panorama negro-criminal español actual. A pesar de que gracias a introducir elementos nuevos como charlas en las que han asistido el guionista del Ministerio del Tiempo o el del mítico tebeo Torpedo han hecho que nuevo público juvenil se pasase por allí.
Como bien dijo Vera en el discurso de clausura lo que no se paga no se valora. Cuando realizas un trabajo que merece ser remunerado de manera gratuita, porque sabes que es el único modo de poder hacerlo, tus opciones de que alguien lo aprecie o lo valore se reducen a cero. Como lo haces porque te apasiona, no tienes derecho a un mínimo respeto ni a que se tomen en serio el esfuerzo y la dedicación que estás regalando. Si es gratuito no puede ser de calidad y por supuesto tienen derecho a manipularlo y a ridiculizarlo. Tienen derecho a desconfiar de ti, a vigilar si el uso que estás haciendo con el minúsculo presupuesto con el que cuentas es correcto y adecuado a lo que ellos estipulan.
El mensaje es claro: el dinero público no es para los ciudadanos. No pagamos nuestros impuestos para poder obtener un beneficio de ese dinero invertido. Ese dinero es para otras cosas. Y no te quejes muy alto o no solo no obtendrás nada a cambio sino que es probable que acaben pidiéndote más. La cultura no interesa en este país. Es ridiculizada y vejada una vez tras otra. No está considerada como un elemento de prestigio o renombre, sino como una parcela de refugio de gente extraña que prefiere malgastar su tiempo escuchando a hablar a un escritor o asistiendo a una exposición de arte en vez de quedarse en el bar viendo un partido de fútbol.
Entiendo perfectamente a Sergio Vera. Resulta gratificante poder hacer algo que te apasiona y que además sirve para que otros puedan empaparse de ese entusiasmo y unirse a ti en estos proyectos. Pero resulta humillante no solo que no puedas pedir nada a cambio, sino que si te plantas y dices que te has cansado de que se rían de ti, solo obtengas a cambio reproches y malas caras. Que sean otros los que obtengan un beneficio de tu tiempo y tu esfuerzo y que debas hacerlo calladito, en silencio, con los pantalones bajados y un buen bote de vaselina al lado.
Sería magnífico que este festival siguiera no solo un año más, sino muchos. Pero así no. Esta no es la manera.
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