Cuando solicité Mi impresionante carrera en préstamo interbibliotecario no sabía demasiado sobre esta novela. Sabía que había sido publicada originalmente en 1901, que estaba considerado un clásico en Australia y que trataba sobre una mujer fuerte. Y claro, que era un Rara Avis de Alba, lo que para mí ya es símbolo de garantía. Gracias a la biografía de la solapa descubro que su autora Stella Maria Miles Franklin (curiosa la selección de los dos apellidos para publicar, que al menos a mí me suenan más a un autor que a una autora) escribió Mi impresionante carrera a la edad de 15 años, publicándola a los 22. Que debido a que obtuvo bastante éxito y a que se trata de una novela autobiográfica, pidió que no se reeditase hasta su muerte para no dañar a aquellos que había herido en vida, daño contado en la novela. Y que uno de los más prestigiosos premios literarios de Australia lleva su nombre. No está mal para una autora que desconocía por completo. Con esta información, que leí tras terminar la novela, sorprende aún más la madurez de las afirmaciones de su protagonista para tener tan solo 15 años cuando la escribió. Y es que Sybylla Melvin podía ser perfectamente la Jo March de Australia.
Debido a algunas decisiones desafortunadas de su padre la familia de Sybylla Melvin se verá abocada a la ruina y la pobreza. Una familia numerosa y una madre que no le tiene excesivo cariño a la problemática Sybylla fomentan que la familia decida enviar a la muchacha a vivir con su abuela. Sybylla, según opina su madre, es una muchacha fea y quejica. Tan solo porque no le placen los trabajos propios del campo: cortar madera, ordeñar, cultivar el huerto. El hecho de que todos los días de la semana sean días de trabajo no es que sea un problema, nunca ha rechazado realizar las tareas que le tienen asignadas. Es que sus aspiraciones son otras.
Sybylla suena con música, con literatura, con cultura y educación, con mantener conversaciones interesantes con gente cautivadora, e incluso con escribir. Y todo eso está tan fuera de su alcance y de su día a día que aprovecha cualquier oportunidad para leer algún libro nuevo o de soñar con una vida rodeada de escritores, músicos o pintores. Con todas estas ideas en la cabeza se planta en Caddagat en la casa de su abuela, y cuál es su sorpresa cuando se encuentra con una casa con piano, con pilas y pilas de libros, preciosos cuadros en las paredes y una bonita habitación para ella sola. El paraíso.
En la casa de la abuela también convive con la tía Helen y con el tío J.J. Entre los tres irán descubriendo las rarezas de Sybylla, como que no se cuentan entre sus aspiraciones el casarse con ningún hombre, ni formar una familia y que incluso le gustaría aprender un oficio para ser autosuficiente y no depender de la fortuna de un marido para subsistir. Por si a alguien se le ha olvidado a estas alturas estamos hablando de finales del siglo XIX y de afirmaciones realizadas por una mujer. Imaginaos mi sorpresa cuando en pleno siglo XXI aún conozco mujeres que no opinan así.
«Las que tengáis corazón y, por tanto, deseéis la felicidad, y con el tiempo casa propia y marido, no os labréis nunca reputación de chica lista. Os expulsará de la carrera matrimonial con tanta efectividad como si hubiera corrido el rumor de que tenéis lepra. Por tanto, si intuís que os aqueja el mal de tener algo más que una inteligencia normal y corriente, disimulad, ponedle un cepo a vuestra cabeza, estudiad la forma de parecer poco listas; es vuestra única oportunidad. Si una mujer es guapa se le aceptan todas sus carencias. Puede ser insulsa, mentirosa, poco casta, displicente, cruel, y hasta lista; mientras sea bien parecida, los hombres la aguantarán, y como en este mundo los hombres son ‘el perro de arriba’, ellos son el poder ante el que hay que agachar la cabeza. A una mujer poco agraciada nada se le perdona. Su destino es tal que los padres de las niñas feúchas deberían sentir impulsos de darles muerte ya al nacer.»
A pesar de sus ideas y de su forma de ver la vida, aparecerá por Caddagat Harold Beecham, un terrateniente apuesto y adinerado que vuelve locas a todas las mujeres. Menos a Sybylla. Quizá por eso, Harold posa sobre ella sus ojos y sin saber muy bien cómo termina enamorado de ella. Sybylla está convencida de que tan solo tontea, de que la anhela solo porque no puede tenerla. Puede escoger a cualquier mujer bella y es imposible que se haya fijado en la niña fea que ella cree que es.
Aunque el hilo conductor de la historia en más de la mitad de la novela es la historia de amor/desamor entre Sybylla y Harold, la genialidad de la novela reside en otro sitio. No sé realmente si fue algo premeditado por parte de la autora, o simplemente su sinceridad y su apertura de mente pesaron más que lo que quería contarnos, pero lo especial de la novela reside en las afirmaciones de Sybylla, en su firmeza y entereza, en su forma de ver el mundo. No comprende que un hombre y una mujer no puedan ser tan solo amigos sin que toda la sociedad australiana se eche las manos a la cabeza, que existan esas diferencias tan enormes entre seres humanos tan solo por su condición social o la lista de posesiones que tengan o que una mujer no pueda tener las mismas aspiraciones y ambiciones que un hombre.
Por otro lado, otro de los atractivos de la novela reside en las descripciones de los parajes que visita, el detalle de los sonidos de los pájaros, el color de los frutos, el aroma de las flores. La idea que transmite de Australia quizá esté envuelta de cierto romanticismo, pero dan ganas de cogerse el primer vuelo para comprobar de primera mano todas esas estampas. Aunque el romanticismo ciertamente solo afecta a aquellos lugares donde pasa felices temporadas que le hacen soñar. La otra cara de la historia reside en los lugares poblados de miseria donde también tiene la desgracia de caer. Por este lado tendremos un profundo detalle acerca de las tediosas y repetitivas labores que día tras día se realizan en una granja y como ese tipo de vida no es que sea malo, pero termina anulando tus inquietudes y pasiones más ocultas.
«Las clemátides silvestres, tan elegantes y bellas, adornaban los matorrales que bordeaban los arroyuelos con guirnaldas de magníficas flores blancas cuya fragancia traía la brisa; las bonitas senas, de un verde tan vivo, de las orillas también estaban engalanadas de capullos que rivalizaban en resplandor con el intenso azul del cielo; las urracas construían sus nidos en los árboles del caucho y atacaban furiosos a los incautos viajeros que se aventuraban a acercarse a sus dominios; los caballos engordaban en los pastos y la invitaban a una a subir a su reluciente lomo y salir al galope; el piar de los filemones del huerto porque la temporada de la cereza se aproximaba. ¡Ah, qué maravilla estar viva!»
La prosa de Franklin no es excepcional. Se percibe cierta ingenuidad y un tono más basado en un diario personal que en una novela adulta. Pero rebosa espontaneidad, ímpetu, pasión por todo aquello que la fascina y que la horroriza. También hay que tener presente que estamos ante la visión de una adolescente que pasa de no tener nada a tenerlo todo de golpe, que en algunos momentos resulta caprichosa y egoísta, pero no más que cualquiera a su edad.
Título: Mi impresionante carrera (My Brilliant Career)
Autor: Miles Franklin.
Traductor: Amado Diéguez y Concha Cardeñoso Sáenz de Miera.
Editorial: Alba – Rava Avis (2014)
Año de publicación: 1901.
ISBN: 9788484289630.
Páginas:400
Precio:22€
Ficha del libro en Alba: http://www.albaeditorial.es/php/sl.php?shop.showprod&nt=7455&ref=97884-84289630&fldr=0#.Vr_A41PhCu4