Parece ser que Susana Hernández tenía que acabar escribiendo novela negra o policíaca. Estaba predestinada. En La casa roja la presencia de más de un cadáver y de algún asesinato ya la colocaba en esa dirección. No se trataba la investigación desde el punto de vista de la resolución del caso, pero esos cadáveres eran fundamentales para la historia que nos quería contar. Lo mismo ocurre en La puta que leía a Jack Kerouac. Roxy ha sido brutalmente asesinada, y una escritora amiga suya nos cuenta la experiencia de conocerla mientras indaga en su pasado tratando de resolver la pregunta de quién fue el asesino. Sin embargo, la premisa es clara: a nadie le importa la muerte de una puta.
Pero sí, a nuestra narradora sí. Aunque no tanto como a Roxy le hubiera gustado. Se conocieron en una carretera, con un faro al fondo, mientras la protagonista se lamentaba por la distancia que la separaba de J. J y ella habían decidido pasar el verano separados. Bueno, lo había decidido ella. Quería comprobar hasta qué punto era autosuficiente, ver cómo de maduro era su matrimonio, si soportaría la distancia, y de paso aprovechar para escribir. Y apareció Roxy, con su impertinencia y sus preguntas sin medias tintas, con sus respuestas sinceras y esas piernas que volverían loco a cualquiera. A cualquiera, menos a ella.
Y sin darse cuenta, Roxy ocupará el lugar de J en los ratos libres de nuestra protagonista. Llenará ese hueco y tratará de ocuparlo no solo de un modo temporal. Roxy es provocadora, quiere llevar a nuestra escritora a borrar determinados límites, y todo porque está loca por ella.
La historia alternará recuerdos con descubrimientos actuales acerca de quién era Roxy, qué secretos ocultaba, qué clase de clientes tenía, hasta dónde llegaba su obsesión por su amiga. Y nuestra protagonista irá adentrándose en ese mundo y descubriendo hasta dónde puede alguien interpretar un determinado gesto cuando es el deseo el que mueve tus motivaciones, cuando cada minuto de tu vida tus pensamientos versan sobre alguien que sabes con certeza que nunca sentirá lo mismo por ti. En este caso, por tratarse de diferentes inclinaciones sexuales. Pero está narrado con tal maestría que puede ser aplicable en cualquier tipo de desamor.
Hay dos hechos que me han llamado la atención de la novela. En primer lugar, la elección de una narradora sin nombre. Son varios los momentos en que de algún modo este es pronunciado o escrito (entre gemidos, en un tatuaje) y sin embargo a nosotros no nos es revelado. Es más, es un detalle que hasta que no me he sentado a escribir había pasado por alto. Y precisamente tratándose de una escritora, de alguien que busca perdurar en el tiempo con sus historias, es cuanto menos curioso. En segundo lugar la elección de Roxy, una mujer increíblemente atrayente, para narrar un desamor. Todos desean a Roxy, en parte por su físico, en parte por lo inalcanzable que resulta. Menos la escritora. Siente el magnetismo, por algún motivo siempre regresa a ella, pero Roxy no consigue lo que quiere de ella. Un magnífico ejemplo de que no importa cuánto desees algo, hay determinadas cosas que nos están vedadas en esta vida y que resultan del todo inalcanzables.
Como sucedía en La casa roja, La puta que leía a Jack Kerouac es una historia plagada de melancolía. Aunque la narración no es tan poética como en la anterior, la poesía reside en la historia, en la forma en que está contada y sobre todo en lo que te transmite.
No puedo evitar sentir que parte de esta prosa se ha perdido en las novelas posteriores, que la magia de los textos es un tanto mayor en estas dos primeras novelas. Quizá porque en las novelas posteriores la trama está más trabajada y resta protagonismo al texto. Lo que desde luego tienen todas en común es la fuerza de los personajes que crea Susana Hernández. De un modo o de otro es lo que finalmente se graba en tu retina al finalizar sus novelas: protagonistas poderosas y dueñas de una personalidad arrolladora. Necesitamos más autoras como Susana Hernández, con personajes fuertes y apegados a la realidad, con mujeres auténticas y no de catálogo, con problemas verídicos y no impostados, con inquietudes actuales y no del siglo XIX. Un ejemplo a seguir.
Título: La puta que leía a Jack Kerouac.
Autor: Susana Hernández.
Editorial: LcLibros (2007)
ASIN: B0081V72UK.
Páginas: 104.
Precio: 0,99€
Ficha del libro en LcLibros: http://literaturascomlibros.es/2012/05/21/la-puta-que-leia-a-jack-kerouac/