La jornada de ayer fue agotadora. No sé si ya tiene que ver el cansancio a las espaldas, días durmiendo lo justo para espabilar con unos cuantos cafés o que estoy recibiendo tanta información que eso también agota.
Ayer fue un día de charlas muy interesantes, pero sobre todo de las que se producen entre un grupo de amigos entorno a una caña y un plato de comida. Desde novela, a política, pasando por conflictos laborales personales y montón de spoilers de futuras novelas de algún que otro escritor de renombre.
La mejor prueba de esto que os comento es que la jornada del viernes dio comienzo el jueves por la noche. Una cena en El Anticuario, con varios escritores y editores en que recibimos una clase magistral de cultura japonesa de la mano de Carlos Bassas del Rey, alguien completamente desconocido para mí hasta hace un par de días y que me ha dejado con la boca abierta. No solo es un pozo de sabiduría japonesa, sino una magnífica persona y un gran conversador. Y esas magníficas cualidades podemos además sumarle que es guionista, escritor y fundador de la futura Pamplona Negra, un nuevo encuentro negro-criminal. En la mesa y en la charla teníamos también al gran Ricardo Bosque, que todos los amantes de la novela negra y policíaca conocerán por su larga trayectoria en Revista Calibre .38, y además compañero mío como secuaz en Fiat Lux, entre otros proyectos.
LITERATURA JAPONESA, HOY
Siguiendo con la charla de la noche anterior nos plantamos en la mesa oficial de literatura japonesa. Y siendo fieles al nombre de la mesa se habló de novela japonesa en general, orientado todo ello al género negro, pero sin despreciar otro tipo de géneros. La mesa estaba integrada por Andrés Pascual, Carlos Bassas, José Luis Ramírez, José Andrés Espelt, y todos ellos moderados por Ricardo Bosque.
En cuanto a novela negra, la mayor diferencia entre la novela japonesa y la occidental es que las tramas están mucho más elaboradas y todo mucho más contado al milímetro. El aspecto sobrenatural, como sabréis los que leéis novela oriental, está muy presente y muy marcado. Ya no es que los orientales piensen de una forma completamente diferente, que también, es que sienten de una forma completamente diferente.
«La calma en acción» es una de las afirmaciones que quizá mejor definan la novela negra japonesa. Viene a ser lo opuesto a lo mediterráneo. Honkaku es la rama de la novela negra que allí más éxito tiene, lo que se podría traducir como misterio clásico.
Otro aspecto destacado que encontramos en cualquier tipo de novela japonesa es la contención. Es un punto no demasiado positivo de su cultura, porque se guarda todo de modo interior, no se expresan los sentimientos en público, y eso genera muchos remolinos internos que luego tienen que salir por algún lado. Esto hace que a veces en las novelas sintamos que hay un ambiente muy ingenuo o muy naif. Pero esto es solo en el nivel público. En Japón, lo público es contenido, pero lo privado es salvaje.
El protocolo social también es algo muy conocido de la cultura japonesa. Este tipo de etiqueta protocolaria que mantienen hace que sea una cultura tremendamente individual, a veces donde más aislado estás es dentro de la propia familia, dentro del propio matrimonio y dentro del propio trabajo.
Respecto al tipo de asesinos que aparecen en las novelas negras japonesas, aquí nunca son psicópatas. Es muy habitual en la novela negra japonesa que mate cualquiera, personas normales; se dan mucho los asesinatos por circunstancia, que dependiendo del momento y el lugar puedan matar. El policía tampoco tiene el clásico rol occidental de hombre atormentado y alcohólico. Quizá de ahí que sea un tipo de novela negra muy cercana, porque es muy doméstica.
Siempre se dice que una de las características de la novela negra es que realiza crítica social. Aquí se hace, pero de un modo diferente. El simple hecho de citar un problema y exponerlo se considera un modo de crítica.
Para rematar, nos dejaron una serie de recomendaciones cada uno de ellos en cuanto a novela japonesa:
ALGO PASA EN VALENCIA.
Mesa sobre la corrupción más corrupta de España, compuesta por Santigo Álvarez, Mariano Sánchez Soler, Claudio Cerdán y coordinados por Jordi Llobregat.
Como indicaba Mariano, nunca se había alcanzado un nivel de corrupción tan alto ni se había expuesto nunca tanto el nivel de corrupción. En Valencia el problema es que a la corrupción clásica se han unido el despilfarro, al odio al territorio. Se ha dado algo «genial» que nos une a la novela negra clásica: grandes empresarios, banqueros, que son los que dirigen el cotarro, al igual que sucedía en Cosecha Roja de Hammett. Mientras se dilapidaba el dinero público en la Fórmula 1, Calatrava, Terra Mítica… Los niños estudiaban en barracones y la sanidad se recortaba hasta límites insospechados.
Claudio Cerdán apuntaba a todo esto que a la corrupción también hay que sumarle la mafia que vive en la costa alicantina, que no es poca, y acaban allí para blanquear dinero. Sí que estas pautas se dan más en Valencia que en otro sitios, y esto ha terminado por salpicar a la política.
Santiago Álvarez lanzaba la cuestión de si esto siempre ha sido así o es que ahora simplemente se sabe más, y probablemente es que ahora tenemos un acceso a la información que antes no teníamos, lo cual también conlleva una responsabilidad a la hora de compartir y difundir la información por redes sociales. Antes todo lo que ahora se comenta abiertamente se hacía en la barra de un bar, pero con las redes tiene una mayor repercusión social.
Y es que Valencia se ha convertido en el paradigma de la corrupción, en el mascarón de proa, y como comentaba Mariano encima lo ejercen con ostentación. Hay una suma ingente de casos de corrupción abiertos, vivimos en un país que se encuentra en la bancarrota por culpa de sus gestores. Y encima, como comentaba Claudio, los puestos se han convertido en hereditarios. La familia de Fabra lleva 200 años en el poder de Valencia, con cargos que han conseguido que pasen de padres a hijos eternamente. Son muy conscientes de que todo es suyo. Algo muy preocupante en nuestro país es que cada vez en más provincias y municipios nos está gobernando gente que no hemos votado, que ha terminado ahí por circunstancias pero que no ha sido decisión de la población.
NOSOTROS, LOS MUERTOS
Mesa compuesta por Carlos Zanón, Paul French, Berna González-Harbour y Víctor del Árbol, dirigidos por el gran David G. Panadero.
David fue lanzándoles varias cuestiones, como que reflexionasen sobre el papel del culpable y el de la víctima en cada una de sus novelas.
En las novelas de Carlos Zanón, los personajes de sus novelas se encuentran como en una olla express y la violencia es el único camino por el que salir del atolladero. Los escritores no tratan excesivamente bien a las víctimas, las castigan doblemente: aplican su subjetividad y les castigan en exceso. Al margen de querer contar una historia y querer entretener, los escritores ponen en las novelas lo peor y lo mejor de uno mismo. Dentro de la novela negra, esta «necesidad de torturar» al inocente obedece más a un juego mental del escritor que a una necesidad de la novela.
Paul French es un escritor experto en la historia y sociedad moderna y contemporánea de China. En su novela «Medianoche en Pekín» nos narra un caso real en el que la víctima fue brutalmente mutilada. Como escritor, tiene una gran responsabilidad hacia la víctima, para no deshonrarla y debe ser tratada con todo el respeto posible. El autor tenía las notas reales de la autopsia, sabía cuán terribles eran las heridas, pero trató de eliminar todo tipo de pasión para entender lo que pasó. Se da mucho la «pornografía de tortura» en las novelas, y él no quería hacerlo.
Berna González-Harbour encontró una diferencia muy grande entre el tratamiento de un crimen como periodista y como escritora, y es que como novelista puede decidir respecto a su muerto, cosa que evidentemente no puedes hacer en la vida real. Puedes escoger cómo murió, el desarrollo de la historia, las características del personaje…
Para Víctor del Árbol hay muy matiz muy importante, y es que no hace falta que haya un cadáver para que haya una víctima. Cómo se muere o por qué se muere es lo que acaba por convertir a alguien una víctima. No cree en personajes condenados, cree que son las decisiones de cada uno las que les sitúan en un rol que les mueve. La verdad que él aborda en sus novelas hay que tener la voluntad de verla, porque la verdad lo que hace es doler.
Sobre la cuestión de cómo ven la ficción, si la ven como una realidad social, las respuestas son dispares.
A Zanón la realidad no le ayuda mucho a vivir. Y es que, ¿qué es la realidad al fin y al cabo? Lo que intenta en sus novelas es reflejar algo de lo que ve, porque no existe la objetividad al igual que no existe la realidad. Y cuando tratamos de rememorar es aún mucho peor. “Para crear un mundo que comprendas tienes que mentir a toneladas”
A Paul French le interesa mucho la realidad, basarse en esos casos reales y sobre todo sin resolver. Casos fríos, pero que a la gente como lectora le interesan enormemente. Resultan muy atractivos porque se da el rol del asesino que logra escapar de la justicia, que logra salirse con la suya.
Berna González-Harbour cree que es importante no confundir el concepto de novela con el de reportaje extenso. La novela es ficción, aunque se base en casos reales, y es importante tenerlo presente porque la realidad es mucho peor y más cruda que la ficción.
Para Víctor del Árbol, la ficción de alguna forma hace caricaturas de la realidad. Hay cosas en la realidad que no caben en la lógica, quizá por eso a la gente le atrae tanto la ficción, porque la ficción empieza y acaba. La realidad ni empieza ni acaba. Con sus personajes intenta darle sentido a algo que no lo tiene. Pero no hay que confundir las cosas, la ficción es mentira, y la realidad no.
La mesa se cerró de nuevo con recomendaciones de lecturas:
WILLIAM MCILVANNEY CONVERSA CON JULIAN IBAÑEZ
Para cerrar el día, dos pesos pesados de la novela negra. Ambos con magníficas novelas a sus espaldas, pero por desgracia poco respaldados por el éxito. Aunque tarde, parece ser que les está llegando. Julián Ibáñez lleva décadas publicando, y aunque ha sido reconocido no ha sido muy conocido. Lo mismo McIlvanney, considerado padre del Tartan Noir, pero casi de culto, conocido por mucho menos público del que debería.
McIlvanney nos contaba que cuando escribió la primera novela de Laidlaw quería hablar de la ciudad porque le fascina. Ha pasado por muchas cosas como ciudad, y para él es la esencia de Escocia, la determinación escocesa que le fascina. Edimburgo es una ciudad muy discreta, muy amable. Glasgow va de frente, te dice de forma directa lo que pasa. Es la ciudad que más representa la sociedad industrial. Está llena de personas que te cuentan algo, y que te sonríen mientras te lo cuentan, y eso le encanta. En el referendum de independencia Glasgow votó por el sí, y sinceramente McIlvanney creía que iba a salir el sí. Pero aún así, ha despertado un mundo de posibilidades. Cree que la razón por la que votó que sí es porque la política británica está muriéndose. Aunque hayan perdido, se ha despertado un movimiento que se mantendrá durante un tiempo. Y sí, Laidlaw habría votado que sí, sino no habría escrito sobre él.
Julián Ibáñez confiesa que le gusta mucho más que le consideren un escritor maldito que un escritor de culto. Cuando escribía sus novelas pensaba que las escribía para los amiguetes, quizá de ahí la cercanía que demuestran, con ese lenguaje barriobajero que demuestra que Ibáñez fue un chico de la calle.
Sobre Laidlaw, empezó con el personaje sin saber que iba a ser una novela policíaca. Se enamoró del personaje. Tenía que ir a esos lugares malos, tratar de llevar una vida normal, y tratar de lidiar con esa sociedad. Era una proyección de sí mismo pero bastante distante. Laidlaw era para él como una ilustración andante de la filosofía de Unamuno. Quería que tuviera un trasfondo filosófico muy importante.
McIlvanney tiene un hermano que también escribe, y ha habido una especie de enemistad amistosa. Su madre era una gran lectora, y su padre no leía apenas. Su madre era una inspiración: tuvo que dejar el colegio para ir a trabajar a una fábrica, pero siguió leyendo. Ella siempre creyó en la educación. Con 15 años, William escuchó una conversación de sus padres a escondidas en que su padre pensaba que ya podía irse a trabajar, pero ella se negó porque él debía ir a la universidad. Es producto de alguien que creía mucho en la educación.
McIlvanney se considera un escritor lento. Las novelas de Laidlaw eran parte de lo que estaba intentando hacer, y escribió otras novelas entre medias. Hay otras novelas, relatos cortos… A veces quería intentar escribir sobre Laidlaw, pero mantener otras novelas en curso. Escribió poesía, pero no da mucho dinero. Si solo hubiese escrito poesía habría muerto joven, de hambre probablemente. Respecto a su relación con el cine, escribió un guión para televisión de una obra de teatro. Laidlaw estuvo a punto de adaptarse. También estuvo a punto de escribir la biografía de Sean Connery, pero no congeniaron.
Está encantado con la resurrección del personaje de Laidlaw, pensó que ese personaje ya se había terminado. Nos desvela también que debido a este éxito tardío está retomando al personaje, escribiendo una precuela de la que tiene ya media novela. Y probablemente, luego venga otro libro más. Esperemos que su lectura pausada y tranquila no lo sea tanto y no nos haga esperar demasiado.
Julián Ibáñez tiene más de un personaje en sus novelas, pero afirma que todos ellos son el mismo. Con el que más se identifica es con el último que ha creado, con Cobos. Ibáñez es un hijo de los perdedores de la guerra, y eso hizo que sin darse cuenta él sea un hijo de la calle. Su próxima novela tendrá como protagonista al mismo personaje de El viejo muere, la niña vive.
Gracias de nuevo por otra magnífica entrada! Y puede que sea eso, que tantos días, recibiendo tanta y tanta información, el cerebro se agoteBesotes!!!
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